Sólo pensaba en aquel chocolate belga tan delicioso: estaba disfrutando de un apasionante episodio de CSI y una vocecita me susurraba al oído: levántate y coge un trocito, tranquila, sólo será uno. Al principio mi conciencia decía: “no, siempre dices que no comerás y terminas por fulminar media tableta”, pero a medida que pasaba el tiempo ésta perdía protagonismo y una fuerza mucho más impulsiva y decidida acababa imponiendo la ley por todos conocida de: “mañana voy al gimnasio y lo quemo todo”.
Así empezaba un nuevo capítulo de REMORDIMIENTOS, aquellos pensamientos que atormentan nuestra conciencia después de un acto que no nos satisface, y por ello nos castigamos y culpamos.
En el momento en que nuestras acciones no nos realizan como personas y retroali

Podemos sentir remordimientos si hemos hecho mal una tarea por falta de ganas, si no hemos estudiado bastante para un examen, si no hemos cumplido con nuestra palabra, si hemos engañado a alguien o no le hemos dicho toda la verdad, etc.
Los remordimientos provocan en nosotros un estado de malestar momentáneo que nos atormenta i nos impide estar tranquilos y pensar con claridad. Este malestar genera ansiedad y la ansiedad se exterioriza a modo de agitación, aumento de la frecuencia respiratoria y cardiaca, dolores de cabeza y tensión muscular.
Dependiendo de nuestra forma de ser y de afrontar los problemas, la ansiedad que genera el remordimiento pasará fácilmente desapercibida o irá en aumento, viniendo acompañada de pensamientos repetitivos y autodestructivos que no nos dejaran conciliar el sueño.
Las personalidades más obsesivas o depresivas serán aquellas que padezcan las consecuencias del remordimiento en mayor grado. Las personas obsesivas repiten continuamente ideas y pensamientos que les llevan a un estado continuo de duda, y las personas depresivas fácilmente pueden presentar sentimientos de culpabilidad e inferioridad que no les dejen actuar con seguridad. Así pues, todos ellos tenderán a “dar más vueltas” a los asuntos que no les satisfacen y sus remordimientos estarán en continua ebullición.

Para no tener remordimientos el primer paso es actuar en consonancia a nuestras creencias, valores y objetivos; por ejemplo, si mi objetivo es aprobar un examen, sentiré que he hecho lo que debía si estudio. Pero a veces, puede que sintamos remordimientos aún haber actuado correctamente, pero por miedo al fracaso, estos nos persiguen y corroen nuestra conciencia. Nuestros recursos personales pueden ayudarnos a no sentir remordimientos “infundados” y a estar más seguros de nosotros mismos. La autoestima es, como siempre, el recurso principal y con ella no dudaremos de nuestras acciones cuando sea innecesario.
En definitiva, los remordimientos de conciencia no dependen tanto del hecho que los provoca sino de la elaboración que hace el propio individuo del mismo. La psique es única para cada ser humano y nunca podremos terminar de comprenderla. La conciencia, a su vez, contempla toda una serie de valores morales que también serán decisivos a la hora de sentir o no remordimientos, y puede que algunas mentes frías y retorcidas nunca lleguen a saber de que se tratan.
El ser humano es un ser racional y a la vez débil por naturaleza. Si conseguimos equilibrar la balanza entre razón y corazón podremos afrontar las metas que nos propone la vida de una forma saludable y tendremos los recursos necesarios para superarlas sin necesidad de dudar continuamente de nuestros actos.
Haz que los remordimientos sean un instrumento para reflexionar sobre aquello que nos descontenta y para mejorar y madurar como persona...No los conviertas en tu peor enemigo.

Consulta privada Mª Teresa Mata, psicoterapeuta y fisioterapeuta.
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