martes, 16 de febrero de 2010

HACER DE MAESTRO ES MUCHO MÁS

Educadiván

Con la colaboración especial de Carmen Fructuoso


Sé que estamos en febrero pero dejad que os haga una reflexión:


Ante el nuevo año que empieza todos repasamos el año que se fue, hacemos planes para el año que comienza y formulamos deseos con ilusión, esperanza y energía.


Yo ante todo pido salud, para mí y para aquellos que quiero y aprecio, ella es la reina absoluta a la que se supedita todo los demás. Y entre los muchos planes y deseos, existe un sueño concreto que me gustaría compartir hoy aquí con vosotros...


Desearía que el maestro pudiera hacer de maestro. Desearía que dejaran al maestro que hiciera de maestro.


¿Qué es hacer de maestro?


Hacer de maestro es llevar a cabo una maravillosa y difícil tarea, es algo más que explicar la suma y la resta, enseñar a leer o explicar el funcionamiento de ...

Es eso y algo más....es guiar, comprender, ayudar, entusiasmar, motivar, hacer que los alumnos se conozcan a si mismos con sus defectos y cualidades, que aprendan con aciertos y errores, que sepan levantarse con los fracasos y que no se obnubilen con los triunfos...pero también es poner limites, aceptar reglas que no les favorecen en cada momento y situación, es enseñar a ser generosos, demostrar que la individualidad no siempre es beneficiosa, y que los intereses personales no son los únicos que existen.


Si hay una cosa maravillosa del oficio del maestro, es justamente el poder ver como el alumnado, con su esfuerzo personal, consigue superar una situación complicada, a pesar de sus dudas y temores, y es ahí donde entra en juego la faceta de maestro que no suma, resta, ni enseña a leer.


Mientras el alumno está superando una situación nueva, más o menos compleja, éste protesta, se enfada, se siente vencido, busca excusas para todo, y es entonces cuando el maestro debe guiar, colaborar, poner límites y hacer uso de toda la confianza para poder realizar su trabajo. Cuando el alumno consigue superar aquel obstáculo, sus ojos se iluminan, se llenan de ilusión y agradecimiento y esa mirada, lo dice una maestra, es lo más maravilloso del mundo.


Hacer de maestro es mucho más...


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martes, 2 de febrero de 2010

Y a vosotros, ¿qué os irrita del día a día?



La semana pasada hablábamos de amor; esta viene protagonizada justamente por su cara opuesta, el odio.

¿Cuánto odio podemos albergar?; ¿Cuántos sucesos despiertan en nosotros un "trocito" de odio?; ¿Qué ocurre cuando vamos sumando trocitos y más trocitos?; ¿Qué hacemos para "expulsar" todo el odio que llevamos dentro?

A modo irónico, os presento una novela corta titulada "el hijo puta", que tal y como podéis predecir, con estas dos palabras seguramente, algo de odio debe manifestar.


EL HIJO PUTA

Estaba sentado el otro día delante de mi ordenador cuando me acordé que tenía que llamar por teléfono a un compañero. Descolgué el auricular y marqué el número de memoria. Me contestó un tipo con muy mal humor diciendo:

- ¿Qué quiere?

- Soy Ignacio Martínez, ¿podría hablar con Roberto Espárrago? Dije amablemente.

- Te has equivocado, gilipollas !!! me respondió y acto seguido colgó.

No daba crédito a lo que me estaba ocurriendo. Cogí mi agenda para buscar el número de mi compañero y comprobé que, efectivamente, me había equivocado al marcar. Pero como aún recordaba el número 'erróneo' que había marcado anteriormente, decidí volver a llamar a aquel tipo y cuando me cogió el teléfono no esperé a que contestase y le dije:

- Eres un hijoputa !!!, y colgué rápidamente.

Inmediatamente apunté aquel número en mi agenda junto a la palabra 'hijoputa'. Cada dos o tres semanas, cuando estaba cabreado porque me llegaba una letra inesperada, o un aviso de multa, o discutía con mi mujer, o alguna situación por el estilo volvía a llamarlo y sin dejarle contestar le decía:

- Eres un hijoputa!

Esto me servía de algún modo como terapia y me hacía sentirme mucho más relajado. Unos meses después, la maldita Telefónica introdujo el servicio de identificación de llamadas, lo cual me deprimió un poco porque tuve que dejar de llamar al 'hijoputa'. Pero de repente, un día se me ocurrió una idea: Marqué su número de teléfono y cuando escuché su voz le dije:

- Hola, le llamo del departamento de ventas de Telefónica para ver si conoce nuestro servicio de identificación de llamadas'.

- 'No', me dijo el tío grosero, y me colgó el teléfono.

Rápidamente lo volví a llamar y le dije:

- Eres un hijoputa !!!

Un mes después, estaba yo esperando con mi coche a que una anciana saliera de la plaza de aparcamiento del Hipercor. Ésta lo hacía muy lentamente y cuando terminó la maniobra y me disponía yo a ocupar la plaza libre, apareció un Golf GTI negro a toda velocidad y se metió en el hueco que iba yo a ocupar. Comencé a tocar el claxon y a gritar:

¡Eh, oiga!, ¡que estaba yo esperando!, ¡no puede hacer eso!.

El tipo del Golf se bajo, cerró el coche y se fue hacia el centro comercial ignorándome como si no me hubiera oído. Yo me quedé completamente frustrado y pensé “Este tío es un hijoputa. El mundo está lleno de ellos'.


Justo en ese momento ví un letrero de 'SE VENDE' en el cristal de atrás del Golf. Lógicamente anoté el número y me fui a buscar otra plaza de aparcamiento.

A los dos o tres días, vi en mi agenda el número de teléfono del 'hijoputa' y me acordé que había anotado el número del tipo del Golf. Inmediatamente le llamé y le dije:

- Buenos días. ¿Es usted el dueño del Golf GTI negro que se vende?

- Sí, yo mismo.

- ¿Podría decirme donde puedo ver el coche?

- Sí, por supuesto. Yo vivo en la calle de Don Ramón de la Cruz esquina con Montesa, es un bloque amarillo y el coche esta aparcado justo enfrente de la casa.

- ¿Cómo se llama usted?

- Enrique Juárez

- ¿Que hora sería la mejor para encontrarme con usted y discutir los detalles de la operación, Enrique?

- Pues yo suelo estar en casa por las noches.

- ¿Puedo decirle algo, Enrique?

- Si, claro

- Enrique, eres un hijoputa de la hostia !!!, y colgué el Teléfono.

Inmediatamente después de colgar anoté el número en mi agenda al lado del otro, pero en este puse el nombre de 'hijoputa II'. Ahora tenía dos 'hijoputas' para llamar y así estuve durante dos o tres meses, llamando ahora a uno, ahora a otro; hasta que comenzaba a aburrirme un poco. Me puse a pensar en serio sobre como resolver este problemilla y al cabo de un par de whiskies se me ocurrió algo. Primero llamé al 'hijoputa I':

- Dígame?

- Hola hijoputa - pero esta vez no colgué.

- ¿Estas ahí todavía verdad, cabrón?

- Si, hijoputa.

- Deja ya de llamarme o … Si supiera quien eres te rompía la boca, me dijo.

- Me llamo Enrique Juárez y si tienes cojones vienes a buscarme. Vivo en calle Don Ramón de la Cruz esquina Montesa, en un bloque amarillo, justo en la puerta donde hay aparcado un Golf GTI negro, so hijoputa !!!

- ¡¡¡Ahora mismo voy para allá!!! Tu sí que eres un hijoputa y ya puedes ir rezando todo lo que sepas. Te voy a matar a hostias !!!

- ¿Si?. ¡Qué miedo me das, hijoputa!, y colgué el teléfono.

Inmediatamente llame al hijoputa II:

- Dígame?

- Hola hijoputa, y no colgué

- Como te pille algún día...

- ¿Qué me vas a hacer, hijoputa?

- Te voy a patear las tripas, pedazo de cabrón.

- ¿Sí?, pues a ver si es verdad, hijoputa. Ahora mismo voy hacia tu casa., y colgué

Por ultimo, cogí el teléfono y llame a la Policía. Les dije que estaba en la calle Don Ramón de la Cruz esquina con Montesa y que iba a matar a mi novio homosexual en cuanto llegara a
casa. Luego hice otra llamada rápida a 'Madrid directo' y les dije que iba a haber una pelea de pandillas en la misma calle. Y entonces me monté en mi coche y me fui para allá a toda leche. Te juro que es una experiencia que nunca olvidaré. La mayor pelea que he visto en mi vida. Hasta los cámaras de Telemadrid se llevaron lo suyo.

En fin, después de esto espero que cuando te llame por teléfono me contestes en tono amable.

Ya sabes, no es bueno que yo me irrite.

Y a vosotros, ¿qué os irrita del día a día?
¿Cómo reaccionáis?
¿Qué "métodos" o recursos personales utilizáis para desechar la ira?


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