viernes, 19 de diciembre de 2008

LA CURVA DE LA FELICIDAD


La curva de la felicidad empieza a aparecer estos fantásticos días de continuas “fiestas navideñas”, y sino que se lo digan a la temida sra. Báscula; el día 7 de enero tiembla tan solo escuchar nuestros pasos. Son muchas las comidas que se presentan, hagamos un rápido recuento:

Cena de empresa

Último desayuno o merienda a lo grande con los compañeros de la oficina

Cena de noche buena

Comida de navidad

En Cataluña, comida de Sant Esteve

Cena de fin de año

Comida del día 1

Comida de reyes

¿Algo más?


Luego no entendemos porqué aparece esta famosa curva, hemos ido al gimnasio durante “todo el mes”, siempre desayunábamos galletas integrales, el pantalón tejano nos iba perfectamente antes de empezar las vacaciones... Pero por algún extraño motivo ahora necesitamos ayuda para abrocharlo, ¿qué ha ocurrido?


Sí señoras y señores, la curva de la felicidad florece tras copiosas comidas, la panza derrocha alegría y el rostro deslumbra con ese buen color que gana. Los kilos aparecen, de ahí que le llamemos curva, pero esta curva tan especial también nace tras compartir carcajadas, sonrisas, largas charlas de sobremesa, y, porqué no, tras ver las lucecitas que decoran nuestro árbol de Navidad.

Así pues, todo lo que compartimos estos días forma parte de la famosa curva de la felicidad, y por ello hay que aprovecharlo…De todos modos, cada día es una oportunidad para VIVIR Y DISFRUTAR EL MOMENTO CON LAS PERSONAS QUE QUEREMOS.


El Diván os desea una feliz estancia en el camino que lleva a la curva de la felicidad, y espera que ningún día olvidéis cuál es la mejor forma de conseguirla.



FELICES FIESTAS






Consulta privada Mª Teresa Mata, psicoterapeuta y fisioterapeuta.


VISITAS DE LUNES A VIERNES CENTRE BALMES

Plaza Gala Placidia Nº 10-12, 5º 2ª 08006 - Barcelona Contacto: 617834474

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jueves, 11 de diciembre de 2008

HOMBRES Y MUJERES, ¿AMAMOS DE LA MISMA MANERA?



Son muchos los tópicos que hemos escuchado al largo de la historia, y gran parte de ellos, hacen honor a costumbres que albergaban generaciones pasadas. Estas costumbres se basaban en la educación que recibían hombres y mujeres, y por supuesto, mostraban claras diferencias comportamentales y sentimentales. Ellos y ellas no eran criados de la misma manera, y cambiar estas directrices tan arraigadas no ha sido tarea fácil. De hecho, muchos discrepan de si, en la actualidad, hombres y mujeres sí reciben la misma educación, y bien, la realidad es que existe tanta diversidad educativa como familias viven en este mundo. De todos modos, dejando a un lado excepciones, cada vez son más los valores y modos de actuar que se intentan fomentar tanto en niños como en niñas.


El pasado mes de agosto, La vanguardia publicó en el suplemento "Estilos de vida", un interesante artículo titulado "¿Amamos de la misma manera?". En él, el psicoterapeuta Luis Muiño hace mención a tres películas que ejemplifican la visión del hombre y la mujer en las relaciones amorosas, y a partir de este preámbulo, enuncia dos factores clave que han diferenciado la "forma de amar" entre ellos y ellas: CONTINUIDAD Y PRO-ACTIVIDAD. Veamos un fragmento:


"Hasta hace unos años, se hablaba de dos diferencias fundamentales en la pasión masculina y femenina. La primera era la CONTINUIDAD. Los hombres y las mujeres tenían una estructura sentimental diferente: había una preferencia profunda de lo femenino por lo continuo y una preferencia profunda de lo masculino por lo discontinuo.


Ellas separaban los distintos estados emocionales menos que los hombres. Eran más holísticas, más globales: la ternura y la dulzura limitaban con el erotismo, se insertaban en él armoniosamente. La inteligencia y la comunicación intelectual podían resultar también eróticas.

Muchas investigaciones encontraban manifestaciones de ese patrón Había experimentos que mostraban que para una mujer era más difícil distinguir amor de amistad. O que ellas confundían más a menudo el atractivo erótico de una persona con su atractivo moral: alguien guapo es, además, bueno, sincero.


El hombre, por su parte, tendía a acentuar las diferencias, a separar las distintas emociones. Era discontinuo: podía amar un día, olvidar al siguiente, volver a amar…Sus emociones funcionaban como compartimentos estancos y eso le permitía “querer a dos personas a la vez y no estar loco”. Su erotismo era también más discontinuo que el femenino: funcionaba a intervalos de tiempo, comenzaba, llegaba a un punto y se agotaba…

El segundo factor de disparidad que aparecía clásicamente en los estudios era la PRO-ACTIVIDAD. A ellos se les suponía tendentes a la acción: tomaban la iniciativa y hacían siempre algo (aunque no fuera lo que había que hacer). A las mujeres se las consideraba más reflexivas: analizaban mejor lo que estaba ocurriendo y empatizaban más con la otra persona –eran más hábiles a la hora de ver las cosas desde otro punto de vista-.

Se hicieron también muchos estudios que mostraban esa tendencia femenina en el amor a la reflexión desde la inteligencia emocional, y esa facilidad masculina para emprender acciones. Un ejemplo era la forma de “enfermar el amor”. Las mujeres tenían problemas románticos relacionados con la salud mental por exceso de “pensamiento rumiativo”. Eran propensas a dar demasiadas vueltas a cuestiones que no se podían resolver y eso las podía llevar a la depresión y la ansiedad. A fuerza de ir al fondo de las cosas, acababan quedándose allí.

En los hombres, sin embargo, era más habitual el sentimiento de culpa por las acciones realizadas. El amor nos hace excesivamente impulsivos y demasiado focalizadores en la toma de decisiones. Si los hombres movemos ficha en pleno enamoramiento, seguramente lo haremos con más prisa de lo habitual y teniendo en cuenta un solo factor, nuestro sentimiento. No nos pararemos a pensar y, además, no tendremos en cuenta todo aquello que no tenga que ver con nuestra relación. En otra época era muy habitual que los hombres cayeran en el síndrome de Romeo y Julieta y luego no estuvieran nada orgullosos del resultado.


Continuidad, pro-actividad...¿Cómo se fomentaban esas diferencias?"



A partir de aquí, el artículo explica que hombres y mujeres aprendían desde niños a ser diferentes dado el trato que recibían por sus padres y educadores ( diversas investigaciones así lo ejemplifican); después, estas diferencias aterrizaban en el "juego" del amor. El cine las reflejaba y de este modo educaba a la siguiente generación transmitiendo un claro mensaje: la necesidad de desigualdad entre sexos opuestos en el terreno amoroso.


Tal y como hemos comentado al principio, el artículo hace mención a tres películas:


- Amanecer (1927). Esta refleja una clara diferencia de valores en el terreno amoroso, una desigualdad absoluta entre comportamientos.

- La mujer de al lado (1981). En ella todavía quedan reflejadas la disimilitudes.

- El otro lado de la cama (2002). Una comedia que muchos de vosotros conociereis, en la que las mujeres de la película son tan pro-activas y poco rumiativas como los hombres. Ellos y ellas dan las mismas vueltas a sus historias y tienen los mismos problemas en la toma de decisiones. Los personajes de la película se permiten a veces vivir la antigua y la nueva relación a la vez, sin problemas, pero también sienten en ocasiones la necesidad de la continuidad amorosa que se centra en una sola relación a lo largo de los días. En este film, ya no hay diferencias amorosas entre hombres y mujeres, solo importa su forma de ser y el momento que están viviendo.




Dejando a un lado las películas y centrándonos en la realidad actual, ¿Es esta realidad tal y como muestra "el otro lado de la cama"?¿Es cierto que tanto hombres como mujeres somos igual de pro-activos y a su vez somos en ocasiones continuos y en otras discontinuos?


O por el contrario, ¿Seguimos siendo las mujeres las mas "rumiativas"?¿Ellos reflexionan como nosotras?¿Son ellos los que no pueden mantener una continuidad en la relación amorosa tal y como indican los tópicos?


Y finalmente, ¿Este "pensamiento rumiativo" puede estar, en ocasiones, directamente relacionado con episodios ansiosos y depresivos?



Dejemos las primeras cuestiones para que vosotros opinéis, y valoremos la última:


¿Este "pensamiento rumiativo" puede estar, en ocasiones, directamente relacionado con episodios ansiosos y depresivos?


Hace poco en el Diván hablábamos justamente de esta reflexión continua y repetitiva que tanto caracteriza a las mujeres. El concepto de "pensamiento rumiativo" que utiliza el autor del artículo muestra claramente la conexión entre estado mental y capacidad de reflexión. Esto no significa que reflexionar no sea correcto, todo lo contrario, la reflexión nos convierte en seres conscientes y nos acerca la realidad que estamos viviendo, hecho que nos permite elegir y actuar en consecuencia, y por tanto, sentirnos realizados con el resultado. El problema aparece cuando la reflexión peca de rumiativa y se convierte en un estado permanente e imparable. Dar infinitas vueltas a un tema, crea a su vez, miles de percepciones e interpretaciones del mismo, y todo ello provoca un claro sentimiento de pérdida de control y alejamiento de la realidad. Cuando vemos que no podemos controlar aquella situación debido a la incertidumbre despertada, nos adentrándonos en un estado continuo de ansiedad, y con ello, de profundo malestar. Desde el profundo malestar, no es fácil sacar fuerzas, todo parece más oscuro y nuestra percepción del día cambia. Cuando esto ocurre, es necesario plantear rápidamente una estrategia de pensamiento que ROMPA con el malestar, y abra la puerta a posibles nuevos pensamientos y percepciones que, partiendo del negro, hagan ver las cosas de otro color.







Consulta privada Mª Teresa Mata, psicoterapeuta y fisioterapeuta.


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jueves, 4 de diciembre de 2008

Esta semana, en el Diván Digital, os presentamos un clásico de Jorge Bucay, "Obstáculos", leer con atención.


OBSTÁCULOS


Voy andando por un sendero. Dejo que mis pies me lleven.

Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte se recorte la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para distinguirla bien. Siento que la ciudad me atrae.

Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis sueños están en esta ciudad.Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.

Me imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un poco, pero no me importa.

Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso.Temo... dudo.

Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto... Consigo pasarla. Me repongo y sigo caminando.

Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me sorprende un abismo que detiene mi camino.Me detengo. Imposible saltarlo

Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de que está allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos... Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo... y resisto.

Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado... descubro el muro. Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...

Me siento abatido... Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo escalarlo. La ciudad está tan cerca... No dejaré que el muro impida mi paso.

Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire... De pronto veo, a un costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe con complicidad.

Me recuerda a mí mismo... cuando era niño.

Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja: -¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?

El niño se encoge de hombros y me contesta: -¿Por qué me lo preguntas a mí?

Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras... Los obstáculos los trajiste tú.

Jorge Bucay


4 cuestiones clave para pensar:

  • Realmente, ¿Los obstáculos los traemos nosotros?
  • ¿Los obstáculos aparecen dependiendo de la persona que realiza el camino?
  • Así pues, ¿los obstáculos son personales e individuales, aunque en ocasiones los compartamos?
  • El obstáculo que yo veo, ¿tú también lo percibes como tal? ¿De ahí que en ocasiones aparezcan las disputas?


Después de leer el cuento de esta semana, es interesante que reflexionemos sobre las cuestiones anteriores.

En nuestra opinión, los obstáculos, ciertamente, no siempre los traemos nosotros, pero puede que un mismo obstáculo sea percibido de forma muy distinta entre varias personas. Por ello, es mejor que hablemos de percepción del obstáculo y no del obstáculo en si, puesto que la vida conlleva toda una serie de situaciones que, dependiendo de la interpretación que cada uno de a las mismas y el modo en que las afrontemos, resultará más o menos dificultoso superarlas.

Esta dificultad para superar una situación, puede traducirse a otro termino llamado funcionalidad; dependiendo de cómo percibamos un hecho, supondrá un mayor o menor obstáculo, y ello repercutirá con más o menos intensidad en la funcionalidad del día a día.

Algunos obstáculos como la muerte o la enfermedad, afectan y en muchos casos limitan, la funcionalidad de nuestra vida. El modo en que elaboremos ese hecho, marcará el trayecto que continua, y cuanto más saludable sea, más fácil resultará recuperar la funcionalidad perdida.

Así pues, nuestra actitud es determinante a la hora de hacer frente a un obstáculo. La percepción es individual, y el modo de elaborar un problema también lo es. Por ello, cada uno de nosotros debe encontrar la mejor forma de superar ese bache, una forma que se adapte a las necesidades personales y, en definitiva, que resulte FUNCIONAL para su VIDA.




Consulta privada Mª Teresa Mata, psicoterapeuta y fisioterapeuta.

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