jueves, 21 de mayo de 2009

¿Sabemos escuchar?

¿Sabemos escuchar?

Cuando un amigo acude a nosotros para explicar un problema, ¿sabemos transmitir un mensaje de acogida y compañía mientras escuchamos? Cuando nuestra pareja llega a casa y necesita contar un conflicto relacionado con el trabajo, ¿sabemos demostrar que aquello que explica es también importante para nosotros?
A parte de oír, ¿sabemos escuchar?

Para que la escucha sea efectiva y productiva, tiene que ser, principalmente, una buena escucha.
Se escucha, en primer lugar, con la postura física. Se escucha con todo el cuerpo. La distancia que mantenemos con la otra persona, es de gran importancia. Una distancia muy próxima puede ser considerada como una invasión de la intimidad en aquellos casos en los que el lazo que nos une al otro no es demasiado estrecho; en ocasiones puede ocurrir que un compañero acuda por casualidad a nosotros y necesite ser escuchado, aún no mantener una estrecha amistad. Por el contrario, una distancia excesiva puede interpretarse como una falta de interés, o privar de una calidez que invite a la otra persona a abrirse y expresarse en confianza.
Además, son elementos importantes para la escucha, la posibilidad de entablar un contacto visual, el esfuerzo por mantenerse a la misma altura sobre el plano visual, siempre que sea posible, e intentar que la incomodidad física no obstaculice la calidad de la escucha. Parece extraño, pero el subconsciente de aquel que está exteriorizando un problema, puede detectar detalles similares a los que acabamos de citar, y como resultado, experimentar un extraño y aparentemente “inexplicable” malestar, más aún si su autoestima pasa por un mal momento.

En segundo lugar, podemos decir que se escucha con todo el rostro. El rostro es la parte de nuestro cuerpo más expresiva, y también es la parte que la persona que quiere ser escuchada, observa con más atención. Es muy importante para aquella persona que nos cuenta un problema, vea en nuestro rostro una muestra adecuada de los sentimientos de acogida, interés y comodidad. Tal y como comentábamos antes, la mirada es un elemento crucial en la comunicación y por supuesto, en la escucha. Mirar a los ojos manifiesta atención; es, en cierta medida, confirmar la existencia del otro ante nuestros ojos, y resaltar la importancia del mensaje que nos está transmitiendo. La persona que habla necesita saber que aquello que expresa llega al otro, que recibe la importancia que se merece, y que como toda necesitad, es valorada. La mirada es capaz de reconstruir a una persona y capaz de destruirla. ¿Cuantos de nosotros nos hemos sentido menospreciados alguna vez en nuestra vida por una mirada?¿Cuanto daño puede hacer una mirada y cuanto daño una falta de contacto visual? La mirada puede transmitir amor, empatía, o por el contrario odio o total ignorancia. Una mirada puede dañar la autoestima de una persona, y provocar un profundo sentimiento de malestar. El poder de la mirada es incalculable.

En tercer lugar, se escucha acogiendo y manteniendo el silencio. No tener miedo a los momentos en los que es necesario no hablar y ser capaz de soportar el silencio del otro, es un signo de escucha auténtica. Hay muchos tipos de silencios: los que anticipan largas esperas, los que acompañan en la soledad de una pérdida ( por ejemplo una separación), los que enmascaran multitud de pensamientos desconcertantes y desorganizados, etc. Dicen que “sabe hablar quien sabe callar”…Yo en este caso añadiría el “sabe escuchar quien sabe callar”.
Se escucha también con las manos. El tacto puede transmitir gran variedad de mensajes que van desde la ternura hasta la agresividad. Con el tacto podemos acoger al otro en medio de su discurso, y por supuesto, un abrazo puede valer más que mil palabras en el momento en que queramos empatizar.



Saber escuchar es una cualidad que los terapeutas deben trabajar en todas las sesiones. Cada uno de nosotros pasa a ser un "terapeuta en la vida real" cuando alguien cuenta con nosotros para explicar un problema. La capacidad por atender aquel mensaje que alguien nos confía, y el acompañamiento que supone una buena escucha, puede ser una ayuda que para el otro es importantísima de recibir. En ocasiones creemos que con oír es suficiente, y no entendemos qué siente el otro hasta que un día, nosotros tampoco nos sentimos escuchados.





Consulta privada Mª Teresa Mata, psicoterapeuta y fisioterapeuta.


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viernes, 1 de mayo de 2009

Diario de un espía


8.30 de la mañana. Hoy es domingo. En realidad, es demasiado pronto para levantarse pudiendo descansar un rato más en la cama, pero hace más de media hora que doy vueltas. Entra un rayo de luz por la ventana y no hay manera de pegar ojo, ayer olvidé bajar la persiana; lo mejor será que caliente un poco de leche y haga café, anoche sobró algo de bizcocho en la cocina, hoy no tengo que ir a trabajar y puedo tomarlo con calma. Ufff…que pereza levantarme, y más con la de cosas que tengo por hacer: el despacho necesita urgentemente una buena limpieza, el fregadero almacena platos desde el jueves y hace semanas que debería haber hecho el cambio de ropa en el armario; y mejor será que no piense en las dos lavadoras que me esperan… ¡Dios!, ¡creo que será mejor que no salga de entre las sábanas! Los domingos deberían ser para descansar y disfrutar, y en cambio, siempre hay faena por hacer. Y ahora qué hago, ¿me levanto y termino con todo, o dejo que se acumule para la semana siguiente? La verdad, no tengo ganas de hacer nada, y ahora mismo, no tengo ni ganas de bajar a comprar el periódico. Me quedaría aquí estirado, mirando por la ventana…


Ya está otra vez esa histérica chillando. Si no es por a, es por b. La terraza de su salón da justo en frente, es inevitable escuchar. Pobre marido, ahora le obligan a bajar para pasear al perro y recoger a la suegra. Y los dos niños sentados en el sofá aguantando los gritos, la verdad, no parecen estar muy contentos. Maaaadre mía, ¡qué mujer! Ahora empieza a tirar revistas y periódicos de un cajón, parece ser que al marido no le está haciendo mucha gracia...Él chilla, ella chilla aún más, los niños continuan viendo los dibujos...Y el perro en la terraza, ese es el que mejor vive. Finalmente el hombre desiste y baja a pasear al chucho, ella le regala un " ¡y no vuelvas hasta dentro de una hora por lo menos!"


La pareja jovencita que vive debajo del "matrimonio feliz" disfruta del desayuno en el balcón. Hace solecillo y seguro que se está estupendo. Creo que a ella le encanta la jardinería, no es que tengan mucho espacio, pero las cuatro plantas que lucen están muy bien cuidadas, y los maceteros, la verdad es que son de un gusto exquisito. No puedo decir lo mismo de su sofá...desde aquí se aprecia el estampado ortera a rayas verdes y azules, feo, feo...El mismo sofá con una funda color ocre, a conjunto con el tono de las cortinas, luciría mucho más.


El chico que vive a la derecha de la pareja joven, es un verdadero desastre. Siempre tiene el comedor hecho una pena, parece ser que vive sólo, y siempre tiene montañas de porquería encima de la mesa. Ui ui ui...pues parece que hoy sí está acompañado. Esta chica es nueva, nunca la había visto. Seguramente salió ayer noche y ligó, no es que sea muy guapo el chaval, pero tiene planta. Aún así, yo creo que esta sale corriendo, mira cómo está el piso, todo patas arriba, imagínate cómo estará la cocina o el dormitorio.


A mi no me gusta meterme en la vida de los demás. Hay mucha gente chafardera que intenta saber de tu vida. En el trabajo mismo, las compañeras siempre preguntan si tengo novia...Y yo por dentro pienso: Mira, el día que tenga pareja, tú serás la última en enterarte, y además, para que lo sepas, soy gay. Chafarderas y chafarderos, a ellos que les importa lo que haga el resto de gente, no entiendo porqué se divierten con eso.


No me lo puedo creer...El marido de la histérica ha vuelto de pasear al perro y le ha dicho a su mujer, que ni hablar de invitar a comer hoy a la suegra. ¡Eso eso! ¡Imponte! Que eres un piltrafilla y tu mujer siempre te está toreando. ¡Cómo se ha puesto ella! ¿Qué hace ahora? ¡Empieza a tirar cintas de video o DVD!, desde aquí no se aprecia este pequeño detalle, pero al igual que las revistas, estoy seguro que son del marido. Él vuelve a coger al perro y cierra de un portazo...Pffff...y los niños siguen en el sofá, uno se ha echado medio vaso de leche encima, menuda te va a caer como no te limpies de immediato.


El chaval desastre tiene a su nuevo ligue esperando sentada en la típica silla plegable de Ikea. Es bastante guapa la verdad, rubia resultona, algo más mayor que él. Hombre, yo a este chico lo veo muy sólo, a ver si la cosa cuaja y la chica viene más a menudo, la verdad es que así a primera vista hacen buena pareja.



¡Qué pereza levantarse Dios! y mañana ir a trabajar aún más. Tenemos reunión de equipo a primera hora y hablaremos sobre el nuevo proyecto. Aún así, disfruto de lo que hago, y no me puedo quejar de mis compañeros. Si no fuese por el cotilleo y el critiqueo que se practica en la oficina, sería la faena perfecta. Yo no soy de esos que miran y luego hablan, no me importa lo que hagan los demás, y mucho menos, espío como la administrativa de dirección...Esa siempre tiene un ojo puesto en todo...Odio a los chafarderos, ¿a quién le importa lo que hagan los demás?



¿Nos importa lo que hagan los demás? Realmente, ¿ Todos tenemos un pequeño espía escondido?