LAS DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA: RAZÓN Y EMOCIÓN










En los anteriores posts hablábamos de aprender a luchar por conseguir unas metas sin que ello resultara contraproducente para el individuo, comentábamos QUÉ exige hoy en día la sociedad y hasta DÓNDE debemos “preocuparnos” por ello, aconsejábamos que podíamos repetirnos mentalmente cada mañana al vernos en el espejo ( “porque yo lo valgo” ), pero…

…¿Qué ocurre cuando no aceptamos nuestros propios límites y sobrepasamos la frontera entre la estabilidad y desestabilidad emocional?

Los seres humanos somos seres racionales y emocionales, y es difícil encontrar un equilibrio entre estas dos caras de la misma moneda.

¿Qué ocurre cuando racionalizamos demasiado y no pensamos en qué sentimos?
Posiblemente no experimentaremos muchas situaciones por prudencia y nos perderemos una parte del mundo al que cerraremos las puertas.

¿Qué ocurre cuando sólo sentimos y no pensamos?
Pues quizás así cometemos más errores y no racionalizamos el por qué de nuestros actos.

Así pues, ¿ Dónde está el equilibrio?

Difícil respuesta. Cada individuo debe encontrar esta homeostasis en su contexto vital ( familia, trabajo, estilo de vida) y en su propia personalidad. A veces hay que saber decir no y buscar un por qué, y quizás, en otras ocasiones es necesario saciar las ansias por experimentar y aprender aunque resulte arriesgado.
Sin cambios no hay progreso pero este progreso siempre debe darse dentro de una “rutina” marcada por una personalidad o cómo ya hemos dicho, por un estilo de vida.




El estado depresivo, posible resultado del desequilibrio


El estado depresivo es aquel que se caracteriza por un bajo estado de ánimo, pérdida o aumento de apetito, insomnio, falta de energía, fatiga ( a veces aumenta el sueño ), baja autoestima, dificultades para concentrarse, etc.

Muchas veces las personas pasan por estados de este tipo pero eso no significa que tengan un trastorno de depresión mayor.

Para diagnosticar un trastorno depresivo mayor deben estar presentes al menos cinco de los siguientes síntomas durante un período de 2 semanas; además, los dos primeros siempre deben aparecer:

• estado de ánimo depresivo la mayor parte del día
• pérdida de interés o de la capacidad para el placer
• pérdida importante de peso sin hacer régimen o aumento de peso
• insomnio o hipersomnia
• agitación o enlentecimiento psicomotores
• fatiga o pérdida de energía
• sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados
• disminución de la capacidad para pensar o concentrarse
• pensamientos recurrentes de muerte o ideación suicida.

Consideraremos sólo que se trata de un caso de depresión mayor cuando los síntomas provocan malestar clínicamente significativo, no son debidos a los efectos fisiológicos directos de una sustancia ( ej. una droga) o una enfermedad médica, y cuando estos síntomas no se explican mejor por la presencia de un duelo ( ej. después de la pérdida de un ser querido).

Es importante que un especialista haga un diagnóstico del trastorno y que no seamos nosotros mismos quienes etiquetemos la “enfermedad”.

Estados depresivos podemos sufrirlos todos los mortales. De hecho, son necesarios para poder elaborar diversos procesos vitales (ej. Una pérdida) y nos enseñan cosas de la vida que si no experimentáramos, desconoceríamos.

Lo importante es saber reencontrar la estabilidad emocional que teníamos en un principio y con ella asegurar la conservacion de nuestro ser y nuestro entorno; éste último puede fácilmente salir perjudicado y es importante trabajar para evitar su deterioro ( familia, trabajo, amigos).

Consulta privada Mª Teresa Mata, psicoterapeuta y fisioterapeuta.

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