sábado, 26 de enero de 2008



EL HAMBRE INSACIABLE

Siguiendo la inspiración en los 7 pecados capitales, hoy damos paso al hambre desmesurada, al deseo infinito por comer, a las ansias incombustibles por devorar....

LA GULA

El gusanillo se transforma en puras ansias y las ansias en un único pensamiento: comer el tentador y suculento manjar. Empezamos probando una pequeña porción, y el deseo de conseguir un trozo más grande, se transforma en una auténtica obsesión. Cuanto más comemos, más queremos, y aún no tener hambre, el único objetivo es ingerir e ingerir.
Podemos comer bombones, pastas o una montaña de helado, pensar en degustar primero un filete y luego tres raciones de guarnición, pero también se nos puede hacer la boca agua al pensar en otro tipo de tentación, como la de conseguir ese puesto de trabajo tan deseado, quedarnos con más hambre y anhelar un sueldo y un estatus aún más inalcanzable, y porqué no, perseguir ese cochazo de lujo que hace sonar nuestras tripas. Estamos hablando de gula de ambición, del hambre de poder, del deseo de querer más y más, fruto justamente de la envidia y la avaricia (temas relacionados con nuestros últimos post).
El hambre nubla nuestra mente, y no nos deja ver más lejos del objeto deseado. La gula se retroalimenta de la ansiedad que ella misma produce, y saciar estas ganas por comer, no es tarea fácil.
Así pues, envidiamos aquello que no tenemos, una vez lo conseguimos, no nos conformamos sólo con eso, y las ganas de comer y acontentar el estómago”, van increcendo.

De los factores que componen el hambre, un 90% son psíquicos, y tan solo un 10% son racionales. Entre los factores psíquicos, el mayor porcentaje que encontramos responde a factores emocionales. Ellos son los principales “culpables” de que esperemos la ocasión para engullir cualquier cosa: tristeza, soledad, ansiedad, y hasta aburrimiento; ellos pueden hacer sonar la alarma y despertar una necesidad repentina.

Y si hablamos de hambre por “comerse el mundo”, esta sí responde a factores puramente psíquicos y personales. El hambre es sana hasta que entra en juego la gula. Si tenemos hambre, existe afán de superación, pero si por el contrario, comemos por pura gula, nunca conseguiremos estar satisfechos de nuestros logros y progresos, no valoraremos aquello que hemos conseguido y nuestro único objetivo será: comer más.

UNA DIETA A SEGUIR: comer para ser feliz

Los dulces engordan y el “hambre de poder” satura nuestra capacidad por apreciar aquello realmente bueno que nos brinda la vida.

No es la primera vez que tratamos este tema en el Diván, sea cual sea el motivo o el modo en que actuemos, siempre tenemos que tener presente una cosa: COMO PARA SER FELIZ; si es así, intentaremos mejorar día a día con nuestros proyectos y motivaciones, pero sin olvidar lo más importante: disfrutar de aquello que tenemos.
Comer para ser feliz ayuda a superarnos. Comer para saciar las ganas de comer, sólo nos permite pensar en todo aquello que no tenemos, sin pensar en las pequeñas alegrías que cada día nos hacen sonreír.




Consulta privada Mª Teresa Mata, psicoterapeuta y fisioterapeuta.


VISITAS DE LUNES A VIERNES CENTRE BALMES

Plaza Gala Placidia Nº 10-12, 5º 2ª 08006 - Barcelona Contacto: 617834474

Etiquetas:

sábado, 19 de enero de 2008

COMPRAS Y MÁS COMPRAS





Tenemos cuatro pantalones tejanos, pero ahora nos hemos enamorado de aquel modelo tan ceñido de cintura baja; nuestro armario está repleto de camisas, pero no tenemos ninguna que vaya a juego con el nuevo jersey a rallas; zapatos...Los zapatos siempre son un problema, puesto que necesitamos unos para sentirnos cómodos, otros para ir a trabajar, otros para salir en ocasiones especiales, otros para poder combinar y sobretodo las señoras, otros fruto de compras compulsivas de última hora ( zapatos que a primera vista son una maravilla, pero a la hora de la verdad, aguantar el tacón y la puntera se convierte en un auténtico martirio).

Siempre queremos más y más, nunca tenemos bastante: bolsos, faldas, vestidos, chaquetas, botas,...Piezas más que imprescindibles en nuestras vidas pero, por el contrario, desempeñan una importante función: calmar nuestras ansias incombustibles por COMPRAR.
Ahora nos encontramos en una época del año en la que el “comprar por comprar” es el principal protagonista y la necesidad de “gastar porque sí” termina por llenar hasta rebosar el armario; sí, efectivamente, estamos hablando de las REBAJAS. Comprar, comprar y comprar; comprar por ser más económico y, curiosamente, terminar por gastar más. Las ansias no se agotan, siempre están dispuestas a desembolsar la tarjeta de crédito y pedirnos, “por última vez”, que nos hagamos con los últimos trapitos de temporada. Las ansias buscan el agua que les calme su sed, anhelan ser complacidas por unos instantes, e intenta, por todos los medios, desaparecer de nuestra mente para hacernos SENTIR BIEN. Sentirnos bien es el único objetivo, el único motivo y la única meta. Sentirnos bien es la verdadera razón que nos impulsa a comprar.

El vacío


Continuemos analizando este “sentir bien”. Comprar puede convertirse en una forma de llenar parcialmente el vacío que todos sentimos cuando hemos pasado por algún altibajo, cuando sentimos que la monotonía apaga nuestras vidas, cuando estamos decaídos y, sobretodo, cuando la baja autoestima, permanente o pasajera, no permite que nos sintamos bien con nosotros mismos.

El vacío no nos permite sentir bien, y por ello, necesitamos alternativas para llenarlo. La compra compulsiva responde justamente a este hecho, y por ello, la adquisición de ropa, zapatos y complementos se convierte en una auténtica búsqueda de “felicidad exprés”. Aún así, el vacío vuelve a aparecer, y con él, las ansias incombustibles que comentábamos anteriormente. La respuesta es volver a comprar, y más compulsivamente como mayor sea la ansiedad.

Todos vamos de rebajas, todos gastamos más de lo necesario, y no por ello somos compradores compulsivos patológicos. ¿Quién no ha comprado más de la cuenta sin pensar y simplemente por placer? Bien, todos hemos actuado de este modo en alguna ocasión, y aún no ser un comportamiento “enfermizo”, pensémoslo bien...el objetivo continúa siendo el mismo: alegrarnos el día, cumplir una pequeña ilusión, aumentar de cierto modo nuestra autoestima y en definitiva; hacernos sentir bien.

Bien, de hecho, no hay nada de malo en eso, pero es curioso el comportamiento humano: necesitamos reforzar continuamente nuestro ego. Somos seres débiles y vulnerables, caemos fácilmente en la tentación, y…las compras son y seguirán siendo el punto débil de la mente femenina y humana por excelencia.





Consulta privada Mª Teresa Mata, psicoterapeuta y fisioterapeuta.

VISITAS MIÉRCOLES

PHOENIX ESPAI TERAPÈUTIC Avinguda Meridiana 216, 1er desp. 6 - Barcelona. Contacto: 617834474. http://www.phoenix.cat/

VISITAS LUNES, MARTES, JUEVES Y VIERNES

CENTRE BALMES Plaza Gala Placidia Nº 10-12, 5º 2ª 08006 - Barcelona . Contacto: 617834474

miércoles, 9 de enero de 2008



¡QUÉ ENVIDIA!


Envidiamos el pelo de nuestra compañera de trabajo, nos gustaría tener el mismo salón que la vecina, querríamos conocer al hombre de nuestros sueños igual que nuestra amiga, desearíamos lucir un precioso anillo como el de nuestra jefa y si pudiésemos, alardearíamos de nuestras vacaciones por las islas griegas tal y como hace nuestra peluquera. Sí, queremos lo que no tenemos, y sólo anhelamos poseer aquello envidiado cuando lo conocemos. Hasta ese momento, no existe necesidad alguna por llenar nuestras vidas con el objeto, la persona o el hecho en cuestión, pero saber de su existencia se convierte en un estremecedor sentimiento de vacío que nubla nuestra mente y se apodera de nuestro ser. Puede que se trate de un sentimiento fugaz, o por el contrario, perdure noche y día a la espera de ser correspondido. En ese caso, nosotros pasamos a ser simples súbditos de un entramado mental que, sin saberlo ni quererlo, ha dictaminado el inicio de una eterna guerra.

Pensamientos repetitivos que persiguen un objetivo, planes que intentan conseguir el apreciado motín, palabras que hablan más del otro que de uno mismo...Todos ellos actúan como pequeños soldados que, unidos, se proponen cumplir con una única misión: ganar la batalla. Ésta pasa a ser la principal prioridad de aquel que envidia; no se trata de qué conseguir, lo importante es conseguirlo, y la principal problemática se convierte en: ¿cómo conseguirlo?. Cuando el objeto envidiado puede conseguirse fácilmente con una compra o un trato, el trabajo es fácil; pero por el contrario, si el “preciado motín” no tiene precio, empieza lo que podríamos denominar un desequilibrio entre el yo emocional y el yo racional (quiero pero se que no puedo).
Agitación, nerviosismo, ira, inconformismo, ansias incombustibles,...Un cocktail de sentimientos y emociones que intentan llenar un vacío provocado por la INSATISFACCIÓN del momento.

La envidia puede alcanzar límites insospechados, hasta el punto de convertirse en el único pensamiento que alimenta nuestra vida. Esto puede suceder en situaciones donde el deseo de ocupar un cargo o una posición sea la principal prioridad. Por ejemplo, aspirar a ocupar un puesto de trabajo concreto, a representar una figura determinada en la sociedad, o a parecerse a una persona exitosa y admirada por los demás podrían ser algunos ejemplos. La envidia por ser aquello que es el otro y por llegar a ocupar su rol puede desencadenar un proceso de “pérdida” de identidad, provocando una mayor preocupación por el “me gustaría ser” que por el “quien soy yo” en realidad.
Cuando entramos dentro del terreno amoroso y familiar, la envidia fácilmente puede desencadenar la aparición de los celos. Por ejemplo, de pequeños podemos envidiar a nuestro hermano menor por recibir cariños y cuidados de todos, y posteriormente sentir celos por no poder convertirnos en el centro de atención de todas las miradas. En la edad adulta, se repite el mismo patrón; la única diferencia es que la envidia generada puede ser mucho más intensa y por ello, llegar a convertirse en autodestructiva. El niño tiene aún que aprender a controlar sus sentimientos, comprender qué papel ocupa en la familia y porqué el suyo es igual de importante que el de los demás. Una persona adulta ya posee la capacidad para autocontrolar sus emociones e impulsos, ya tiene aquellos instrumentos que le permiten ser un ser racional y maduro. De todos modos, la envidia llevada al límite puede llegar a inutilizar estos recursos personales y convertir al individuo en, como decíamos al principio, un simple súbdito de su propia ofuscación.

Por todo ello es muy importante partir de una buena base y poseer recursos personales. Para poder comprender la envidia como algo saludable, estimulante e inofensivo, debemos, ante todo, conocer la respuesta a estas cuatro preguntas:

- ¿Quién soy?
- ¿Quién quiero ser?
- ¿Qué me hace realmente feliz?
- ¿Cómo puedo mejorar “quién soy yo ”para llegar a ser “quién quiero ser”?

Piensa en ellas, respóndelas. Todos somos alguien ÚNICO en el mundo, alguien exclusivo e inimitable. Para saber quien somos podemos pensar en nuestras actitudes, en nuestro entorno, en nuestros seres queridos, en nuestras ambiciones, en aquellas cosas que nos hacen sentir bien, etc... Y a partir de aquí podemos pensar qué queremos mejorar de cara al futuro, siempre partiendo de quien somos AHORA.



Consulta privada Mª Teresa Mata, psicoterapeuta y fisioterapeuta.


VISITAS DE LUNES A VIERNES CENTRE BALMES

Plaza Gala Placidia Nº 10-12, 5º 2ª 08006 - Barcelona Contacto: 617834474




Etiquetas: , ,